Reseñas
Happy-Go-Lucky (La Dulce Vida)

Una joven mujer entra a una librería, donde la recibe un vendedor malhumorado. Con una sonrisa radiante, ella le hace comentarios agradables y graciosos mientras camina por los estantes, a los cuales él permanece mudo y con el ceño fruncido. Al darse cuenta de que no va a responderle amablemente, ella se despide con una última broma, y sale del local. Cuando busca su bicicleta para marcharse, se da cuenta que la han robado, y observamos en su rostro una especie de calmada sorpresa. “Oh, ni siquiera tuve oportunidad de despedirme”, dice ella.
Esta es la secuencia inicial de ‘Happy-go-lucky’ (La Dulce Vida), con la que Mike Leigh logra que nos enamoremos de su protagonista en un santiamén. La cinta trata acerca de la vida de Pauline “Poppy” Cross (Sally Hawkins), una maestra de primaria en sus treintas que posee un ánimo inmejorable y una risa permanente. Comparte departamento con su colega y mejor amiga Zoe (Alexis Zegerman), y pasa su tiempo libre haciendo ejercicio en trampolines, preparando sus clases, saliendo y bebiendo con su grupo de amigas. Al ver que ha perdido su acostumbrado medio de transporte, Poppy decide tomar lecciones de manejo, lo que la llevará a conocer a Scott (Eddie Marzan), un instructor iracundo y estricto, del que tendrá mucho que observar para entenderlo, así como lo hace con todas las personas con las que comparte sus días.
Lo primero que hay que destacar de ‘Happy-go-lucky’ es que su manufactura es la base para darle forma al personaje principal. Ambientada en el Reino Unido, nos presenta locaciones que nos adentran a la existencia común, ajetreada pero encantadora, de una ciudadana más. Además, éstas se compaginan con el diseño de producción, que habla mucho de las prioridades de Poppy y sus elecciones, complementando nuestra visión de la protagonista. Aunado a esto, el vestuario también es una de las expresiones más vivas de Pauline: colores y patrones vibrantes que brincan entre sí y que en ocasiones hasta se sienten disonantes, pero que en ella se ven coordinados con su espontánea personalidad.
Este conjunto de trabajos sólo puede lucirse cuando quien carga con la trama es igual de impecable en su actuación: Sally Hawkins otorga a la audiencia una perenne y natural sonrisa, así como una actitud despreocupada, emocionada y curiosa ante los retos que se le aparecen conforme avanza el filme. Con el riesgo constante de que tal forma de actuar pudiera fastidiar al espectador, la actriz lo lleva idealmente sin caer nunca en la exageración, al grado de alcanzar un nivel de empatía y reciprocidad con los que la observan, tanto dentro como fuera de la pantalla.
Mike Leigh es un director que se ha vuelto de culto para los cinéfilos. El inglés retoma su consabido gusto por retratar la rutina y el día a día, y lo hace para cuestionar a lo que él llama “la vida suburbana que tiene la compulsión neurótica de ser aprobada”, a través de una mujer que no se ajusta a los estándares del promedio ni está interesada en ello. Para realzar el realismo de la cotidianeidad, muestra no sólo los momentos felices de Poppy, también la confronta con situaciones rasposas y algunos peligros, y es ahí cuando podemos ver cómo reacciona y qué es lo que esto le aporta a su comportamiento. Afortunadamente, cuando no todo es color de rosa, Pauline tiene a bien manejar dichas circunstancias con entereza, inteligencia y tacto.
Estrenada en el Festival Internacional de Cine de Berlín, ‘Happy-go-lucky’ trasciende no sólo en la filmografía de Leigh, marca además a los que se le han acercado sin saber qué recibirían de ella. La cinta es un muy agradable recordatorio de que mucho de lo que nos afecta está directamente relacionado con cómo respondemos a ello, y en varias de esas ocasiones es posible elegir dejarlo pasar o tomarlo despreocupadamente. Después de todo, sabemos que hay más oscuridad y baches de los que quisiéramos, y lo que nos queda es enfrentarnos a ellos con las botas de animal print bien puestas, y el rostro más amigable posible.
Avance de Happy-Go-Lucky
