Reseñas
Reseña de ‘Ya No Estoy Aquí’ de Fernando Frías
Cuando pensamos en la música como base de una película, nos remitimos inmediatamente al género calificado como “Musical”. Pensamos en vestuarios fastuosos y memorables, canciones de cultura pop, o diálogos cantados cada cierto tiempo del filme. Por eso, cuando encontramos una película que toma la música para hacerla su esencia sin caer en este género o sus clichés, sorprende y se vuelve un producto que merece toda nuestra atención.
Ya no estoy aquí es la más reciente cinta del director mexicano Fernando Frías (Rezeta, Los Espookys), y, después de un exitoso paso por diferentes festivales, al fin podemos disfrutarla en Netflix. Nos narra la vida de Ulises Samperio (Juan Daniel García), un joven proveniente de Nuevo León que pasa el tiempo al lado de su pandilla, llamada “Terkos”, y pasa sus días con ellos andando por las calles de su barrio y bailando cumbia rebajada, coloquialmente llamada Kolombia. Un mal día se ve involucrado en una pelea, y, por su seguridad, se ve obligado a emigrar a Estados Unidos. Será así como, en medio de la soledad y el desconcierto de encontrarse en una ciudad donde no le es posible interactuar, Ulises tendrá que buscar maneras de sobrevivir y salir adelante.
La cumbia rebajada es en Ya no estoy aquí el alma y la protagonista. Se llama así por su ritmo lento, que se consigue disminuyendo la velocidad de las canciones. Un estilo que nació en los años 60 por el error de un tocadiscos y que se convirtió en un éxito al norte de México gracias a sus letras, ya que su temática tiene que ver con la nostalgia de extrañar el hogar o el haberse alejado del lugar natal. Es así como llega al corazón de sus seguidores, gente que ha migrado de su país y alimenta su nostalgia con ellas. La historia de Ulises se cuenta al ritmo de Kolombias porque no sólo hablan de su migración, también son su identidad y su sentido de pertenencia. Los Terkos, con quienes la escucha y la baila, no son sólo sus amigos: Son la gente con la que creció, la que conoce de toda la vida, la que estructuró su forma de verse, son prácticamente sus hermanos. Pasar el rato con cumbias rebajadas les representa normalidad, gusto, desestrés y pasión. Se divierten, se entienden y se protegen en una sociedad que lo único que les ofrece es peligro constante. Tener un entorno musical, creado por ellos mismos gracias a discos piratas, grabadoras sencillas y reproductores portátiles, los mete en una burbuja que frágil pero suficientemente hermosa para no ahogarse en un México de principios de siglo donde el presidente proclama estar en guerra contra las drogas, mientras las calles son tomadas por los líderes del narco. Ambos acaban normalizando el uso de armas y la violencia.
Los looks de los Terkos y su lenguaje coloquial también son aspectos para mencionar. Mientras que Ulises es criticado y objeto de burlas entre sus compatriotas por su forma de peinarse, cuando se encuentra fuera del país los extranjeros lo ven como un tipo singular e interesante. La forma de vestirse es también una identificación para los de la pandilla: Le enseñan a los recién llegados a arreglarse para que se sientan parte del grupo. Visto desde fuera, probablemente caeríamos en la tentación de criticar cómo se ven y su forma de hablar, pero justo uno de los aciertos de Ya no estoy aquí es hacernos entender que, antes de juzgar, hay que conocer su contexto y formación: Ellos viven lo que conocen, lo que les emociona, y lo único que desean es ser jóvenes con identidad propia. La película en ningún momento se siente falsa o sobreactuada, y eso hay que agradecerlo a su director, quien eligió a talentos locales que no eran actores, pero que interpretan muy bien y con naturalidad los roles, empezando con Juan Daniel, quien se luce y carga con el peso de la historia sin dudar un momento.
Bailemos, pues, al ritmo de Kolombias. Dense la oportunidad de sumergirse en una hermandad que la distancia no logra destruir, en una subcultura que tiene ritmo y amor, y en la muestra de que no importan las nacionalidades o los idiomas: podemos entendernos y acercarnos a través de la empatía y el corazón.