Reseñas
El llanto de la mariposa, la bella tortura de no poder comunicarse

Estrenada en el Festival de Cannes de 2007, “The Diving Bell and the Butterfly” (título original en francés: “Le Scaphandre et le Papillon” y en México “El llanto de la mariposa”) logró llevarse el prestigioso Premio al Mejor Director y el Vulcain a la Mejor Cinematografía al cierre de esa edición, iniciando así un ciclo de reconocimientos que culminarían con cuatro nominaciones al Oscar. La aclamada cinta francoestadounidense forma parte del catálogo de MUBI Latinoamérica desde el 12 de agosto.
La sabiduría popular enfatiza constantemente que “cada cabeza es un mundo”, particularmente cuando se busca una explicación lo suficientemente razonable para entender las decisiones de las personas que nos rodean y no comprendemos su punto de vista. Sin embargo, al reflexionar un poco sobre la expresión, el conocido refrán resulta mucho más literal de su intención original. Cada uno de nosotros es dueño de un vasto mundo interior, creado con base en nuestros conocimientos adquiridos, experiencias vividas, fantasías secretas e inmensurable imaginación, que escogemos compartir con otros a través de expresiones corporales: desde una simple conversación con una persona que sentimos cercana hasta aquellas manifestaciones artísticas como el cine, el teatro, la danza, las artes visuales y la escritura, se podría considerar prácticamente imposible que nuestros pensamientos y sentimientos se queden dentro de nosotros ya que siempre encontramos una manera de exteriorizarlos.
Comunicarnos nos resulta tan natural que nunca nos detenemos a pensar que pasaríamos si nos quedáramos encerrados dentro de nuestro propio mundo interior, un momento en que nuestras conexiones neuronales no lleguen al resto de nuestro cuerpo, imposibilitando que demos a conocer todas aquellas apreciaciones que hacemos del ambiente que nos rodea, esa perspectiva que nos hace tan únicos. Después de todo, las circunstancias en que nos puede ocurrir algo así son tan específicas que realmente llegamos a creer que estamos exentos de ellas, por lo que no les tomamos importancia.
La realidad es que solamente nos encontramos a un accidente cerebrovascular (ACV) de quedar atrapados dentro de nuestra propia cabeza, como lo descubrió duramente Jean-Dominique Bauby – editor de la edición francesa de la revista Elle a inicios de la década de los noventa – al despertar tras un par de semanas en coma. El reconocido periodista, una mente brillante que pensaba en publicar una reinterpretación contemporánea de El Conde de Montecristo, fue diagnosticado con el síndrome del encierro (LIS, por sus siglas en inglés locked-in syndrome) o pseudocoma, una rara condición en que el paciente tiene una actividad cognitiva intacta y se encuentra consciente, pero su cuerpo se encuentra paralizado casi en su totalidad con excepción de los músculos en los ojos.
Durante el tiempo que permaneció hospitalizado en Berck-sur-Mer (ciudad costera al norte de Francia), Bauby desarrolló – junto con su terapeuta de lenguaje – un sistema de comunicación en el que un intérprete, apoyado por un abecedario de 26 letras acomodadas por frecuencia de uso, deletrea y observa atentamente los ojos del paciente para componer las frases que quiere comunicar a otros. Es de esta manera, con una paciencia infinita, que Bauby logra dictar las 130 páginas que conforman el manuscrito de sus memorias El llanto de la mariposa, publicando en su país natal el 07 de marzo de 1997.
Y es precisamente este libro el que Ronald Harwood utiliza como punto de partida para escribir la adaptación cinematográfica del mismo nombre, un poderoso drama que transmite magistralmente el dolor y desesperación de Bauby al convertirse en su propia prisión cuyo único defecto es convertir a su protagonista en una versión ficticia de sí mismo.
Protagonizada por Mathieu Amalric (Dominic Green, el villano principal de Quantum of Solace) y dirigida por Julian Schnabel (At Eternity’s Gate), El llanto de la mariposa inicia con un sofocante primer acto, de aproximadamente 40 minutos, en el que el espectador experimenta la historia desde el punto de vista de Jean-Dominique Bauby. Completamente desorientado al despertar, Jean-Do – como lo llaman sus amigos – pronto se exaspera al percatarse que ningún de los miembros del personal médico escucha las respuestas que daba a sus preguntas porque jamás emitió algún sonido. Valiéndose de un punto de vista sumamente cerrado, totalmente limitado a la visibilidad de Bauby, el espectador solamente es testigo de las intensas emociones del protagonista y aquellos sucesos a su alrededor de los que es un participante pasivo, debido a su incapacidad para moverse y comunicarse con el resto. Ante su silencio involuntario, es inevitable que Jean-Do pronto comience a reflexionar sobre su vida y relaciones hasta el momento de su ACV, un vacío en sus recuerdos.
Navegando entre la cruda realidad de su situación, sus vívidos recuerdos y su poderosa imaginación, The Diving Bell and the Butterfly abre su perspectiva para mostrar la lenta integración de Jean-Do a su nueva cotidianidad, un ambiente hospitalario que a primera vista podría parecer desolador pero que gradualmente comienza a cobrar vida con los vínculos que Bauby entabla con las mujeres que le rodean: su terapeuta de lenguaje, Henrietta (Marie-Josée Croze); su terapeuta física, Marie (Olatz López Garmendia); la distanciada madre de sus hijos, Céline (Emmanuelle Seigner) y su transcriptora, Claude (Anne Consigny). Sin dejar su característico cinismo, Jean-Do continúa buscando un sentido a su existencia, ya sea desde su fría habitación o la belleza de las cálidas playas que le rodean a tan solo unos pasos del centro médico.
Si bien la historia de Jean-Do tiene por sí sola el potencial de atraer tanto a los amantes del melodrama como a aquellos que disfrutan de las biopics sobre personajes pocos convencionales, lo que realmente distingue a El llanto de la mariposa es el enfoque experimental con el que Julian Schnabel, su director, la aborda. Schnabel, un artista visual con una corta trayectoria fílmica, transmite su inquieta mente – en constante exploración de diferentes técnicas para sus obras – a cada uno de los cuadros que compone su película. El excesivo despliegue de técnicas cinematográficas, que en otras circunstancias podrían percibirse como presuntuoso, es el adecuado para realzar la narrativa de la película e incrementar su impacto emocional. Uno de los momentos cumbre de esta experimentación ocurre precisamente en los primeros minutos de la cinta, en donde una cámara desenfocada imita la visión limitada con la que despierta Bauby tras su coma. La falta de nitidez desorienta al espectador de la misma manera que al protagonista.
La complejidad de la gama de emociones que Schnabel desea provocar en la película es acertadamente interpretada por el cinematógrafo Janusz Kaminski, quien logra crear poderosas imágenes desde el inquietante punto de vista inicial hasta la cálida composición de un íntimo momento familiar en la playa, pasando por una hermosa postal submarina que captura la desesperación de Bauby al sentirse atrapado en una escafandra que representa su propio cuerpo. La belleza de estas tomas no tendría el impacto emocional que poseen de no ser por la elegante edición de Juliette Welfling. El llanto de la mariposa es una cinta poco convencional a la que solo le bastan sus imágenes, actuaciones y edición para dejar una impresión memorable en el espectador, un logro que otras películas apenas alcanzan al abusar de la música extradiegética en sus escenas más conmovedoras.
Sin embargo, como mencioné, el único defecto que podría tener la cinta recae en su insistencia a tratar a Jean-Dominique Bauby como un personaje de ficción dentro de su propia historia. Si bien la adaptación cuenta con algunos pasajes directos de The Diving Bell and The Butterfly, la película realiza algunos cambios que impactan en el personaje de Bauby para que la audiencia simpatice con él más fácilmente. Él más importante de ellos es quizás su intento para arreglar su relación con Céline, la mujer que se encuentra a su lado en sus momentos más difíciles, y la completa minimización de los sentimientos de Inés (Agathe de La Fontaine), la joven novia que solamente está interesada en la persona que solía ser. La convivencia cercana de Céline y Jean-Do crea una trama de redención para él al ponerlo en la disyuntiva sobre quién realmente le ama y aquellos momentos que perdió junto a una familia. No obstante, de acuerdo con la narración de Bauby en sus memorias, fue su novia la que le apoyó durante su estancia en el hospital. Es probable que este cambio haya surgido dado que el proyecto originalmente se planeaba como una producción estadounidense y completamente hablada en inglés, por lo que se realizaron algunas adecuaciones culturales para Jean-Do, sarcástico y mujeriego, fuese mejor recibido. De no ser por la insistencia de Schnabel, es altamente probable que la película no tuviese la ambientación francesa de la historia real, incluyendo el rodaje en el mismo hospital en el que Bauby fue internado durante sus últimos años de vida.
Pese a esa pequeña discordancia entre realidad y ficción, un pecado que todas las biopics comenten en diversos grados, El llanto de la mariposa es una profundamente conmovedora cinta sobre la fortaleza del espíritu humano en una de las condiciones más devastadoras que puede atravesar: una mente atrapada en su propio cuerpo, incapaz de comunicarse con otros y con un espectro de conexiones bastante cerrado. Con una dirección atípica, la película resulta memorable por su alto grado de experimentación en una historia que en otras manos, menos arriesgadas, podría ser un melodrama sacarino.
Avance subtitulado de El Llanto de la Mariposa
