Reseñas
UN HOMBRE DIFERENTE: Más allá de las apariencias
Sebastian Stan se luce tras los prostéticos estupendamente aplicados por el equipo de David Presto en ‘Un Hombre Diferente’.

Durante muchos años hemos visto películas donde los personajes con aspecto peculiar son protagonistas de tramas angustiosos: Quasimodo y sus días recluido en Notre Dame, Jhon Merrick y su cuasi biografía en ‘The Elephant Man’, “Auggie” Pullman esquivando burlas infantiles, y hasta Seth Brundle que, gracias a un fallido experimento, provoca degradación con su transformación y asco de quienes le miran. Como éstos, existen más ejemplos en donde la presencia de dichas apariencias tiene una connotación negativa, que les encasilla dentro del rol de víctimas o generadores de terror, y frecuentemente los utiliza como herramienta aleccionadora.
Hoy tenemos en cartelera una cinta que aparenta corte similar, pero en su desarrollo hay una profundidad que la aleja de lo observado previamente. ‘Un Hombre Diferente’ nos muestra a Edward Lemuel (Sebastian Stan), un hombre cuya personalidad es tímida y retraída debido a que sufre neurofibromatosis, una enfermedad que le ha deformado la cara. Después de intentar laborar como actor (de manera poco fructífera) conoce a su nueva vecina Ingrid (Renate Reinsve), una aspirante a dramaturga que se hace su amiga casi inmediatamente. A partir de ese momento, la vida de Edward cambiará por una cirugía experimental, un empleo distinto y la aparición de Oswald (Adam Pearson).
Para comenzar a desmenuzar ‘Un Hombre Diferente’ habría que platicar de su director, el estadounidense Aaron Schimberg. Con un problema de paladar hendido que le conllevara en su niñez y adolescencia más de 60 operaciones, el cineasta conoce los sinsabores de este tipo de padecimientos y de las modificaciones faciales que, aunque se llevan a cabo en pro del mejoramiento y la normalidad, dejan tras de sí un rastro físico y emocional imposible de ignorar. Esto le resulta en la escritura de un guion sensible, donde Edward ha soportado lo suficiente para saber que es preferible ocultarse, idóneo pasar desapercibido.
Es claro que no quiere ser tema de conversación ni foco principal, rechazándose e ignorando cualquiera de sus cualidades. Sebastian Stan se luce tras los prostéticos estupendamente aplicados por el equipo de David Presto, exhibiendo su perenne incomodidad también con su postura, su mirada baja y su mínimo tono de voz. Aunque su imagen contrasta eventualmente con su alter ego Guy Moratz, la actitud parece diferenciarse poco o nada: el desprecio con el que se juzga sigue intacto.
Porque dentro de la metaficción en la que se desenvuelve ‘Un Hombre Diferente’ hay dos vertientes primordiales: El camino en el que una persona ha conseguido rectificar lo que le disgustaba y alcanzar el sueño máximo, y en contraparte está el de quien no ha alterado su exterior, porque su interior rezuma confianza y carisma.
El papel de Adam Pearson emerge como el espejo de lo que Edward podría haber sido, en un universo alterno en el que la aceptación le hubiese abierto las puertas que nunca se atrevió a tocar. La disputa de individualidades pone en la mesa el debate que el realizador en verdad quiere incitar, haciendo preguntas a los espectadores que no son en absoluto sencillas de contestar: ¿Somos capaces de visualizar más allá de la fachada? ¿De perdonar nuestras anomalías? ¿De tratarnos como iguales?
Estrenada en el Festival de Cine de Sundance y distribuida por la ya popular compañía A24, ‘Un Hombre Diferente’ deja atrás el estigma de las fisionomías distintas y convierte este atemporal relato en una visión más humana, honesta y carente de manipulación. A través de la impecable cinematografía de Wyatt Garfield, granulada y en colores neutros y terrosos, Aaron Schimberg deja un mensaje en el filme que, si bien no es moraleja, sí es una reflexión acerca de cuánto pesan en nosotros las expectativas sociales y los estándares anatómicos: El encanto no reside tanto en cómo nos vemos, sino en cuán seguros nos sentimos de quiénes somos.
