Reseñas
Reseña de Little Girl de Sébastien Lifshitz

Sasha es una niña de 7 años cariñosa e inteligente, que juega con sus hermanos fútbol y también a las Barbies. Asiste a la escuela y en sus tiempos libres practica ballet. A pesar de disfrutar infinitamente de su autonomía y sus actividades, Sasha tiene un inconveniente que le impide sentirse plenamente libre: Nació en el género masculino.
La historia de esta pequeña es el tema central de ‘Little Girl’, la más reciente cinta del realizador francés Sébastien Lifshitz. Es una mirada amable e íntima a la vida de Sasha, quien, desde una edad muy corta, entendió que su identidad es femenina y soñaba con ser una chica cuando creciera. Cuando Karine, su madre, le dice que eso sería imposible, le rompe el corazón y todas sus ilusiones. Al ver su desconsuelo, Karine entiende que esta declaración no proviene de algo superfluo, y comienza para ella un trabajo constante y complicado para lograr entender qué es lo que en la psicología se conoce como “Disforia de género”. A partir de esto, la película va mostrándonos cuáles son los obstáculos y barreras que Sasha, Karine y el resto de la familia tendrán que afrontar en el camino a lograr la felicidad de la pequeña.
Después de haber filmado su documental titulado ‘Bambi’, Sébastien Lifshitz desarrolló un interés especial por descubrir qué es lo que sucede en la existencia de las personas transgénero y cómo llegan a reconocer lo que son y necesitan. Teniendo claro que su enfoque estaba basado en la infancia, visita una página en la que los padres de estos muchachitos intercambian dudas e información. Acercándose de manera respetuosa y delicada, logra conocer la existencia de Sasha al cruzar algunas palabras con Karine, lo que deriva en el proyecto de la cinta. Teniendo como experiencia previa su inmersión en la vida de Anaïs y Emma en ‘Adolescents’, utiliza un equipo integrado por muy pocos elementos para filmar durante un año la rutina de la niña y las formas en que ella y su familia van creando un círculo de cuidado para que su desarrollo sea lo menos doloroso posible.
‘Little Girl’ nos permite observar de cerca un tópico sensible e importante que urge dialogarse. Por la mayoría de los casos que se narran en el cine, solemos pensar que la identidad se descubre en la adolescencia o la adultez, por lo que una visión como esta adquiere una dimensión muy valiosa. Con la forma de actuar de Sasha, su sensibilidad y su carisma, entendemos que para ella es algo tan natural como respirar, y estar a su lado cuando la gente la lastima (incluso cuando es sin querer) nos duele y nos hace querer consolarla en dichas injusticias. Lo mismo pasa con su familia, quienes la quieren sin reparos ni preguntas – nunca han sido necesarias -, y la defienden sin dudarlo. Como declara su padre durante la película: “No es cuestión de ‘tolerancia’. Esta es Sasha y ya.”
Adentrarnos al mundo de nuestra protagonista parece complejo al principio, pero el trabajo de Lifschitz hace que el día a día se sienta fluido, bien acompañado por la cinematografía de Paul Guilhaume, quien utiliza luz natural y close ups para enfatizar el realismo de las sensaciones y los sentimientos de los involucrados (el momento en que nos permiten observar cómo se le arrasan los ojos a Sasha mientras trata de explicar a la psicóloga su situación es desgarradoramente maravilloso). Este equipo se complementa con la impecable edición de Pauline Gaillard, que pone en pantalla no sólo los elementos clave de la trama, también los que serán encargados de que empaticemos con experiencias que nos son ajenas.
Estrenada en el Festival de Cine de Berlín en el 2020, ‘Little Girl’ llega a las salas mexicanas con la esperanza de que se visibilice un tema primordial como lo es la vida de la gente transgénero y los problemas de querer ser uno mismo en una sociedad que se cierra a escuchar y comprender. Sasha es el ejemplo claro de que lo único que estas personas quieren es respeto, que nadie los juzgue, tache o quite sus derechos, y el caso de esta pequeña es perfecto para preguntarnos por qué nos aferramos a creer que el mundo es cuadrado o binario. Que una niña tenga miedo o pena de vestir lo que se le antoja o elegir su mochila o lapicera, o que sienta el desamparo de la escuela en la que está siendo educada (y que incluso adrede le dificultaron la filmación a Sébastien), debería ser repudiado. Si las comunidades suelen regirse por el dicho de que los infantes son primero, es imperativo cuestionarnos: ¿por qué entonces hacemos de lado a estxs niñxs?
Avance de Little Girl
