Reseñas
BABYGIRL: El miedo a vulnerarse y a ser quienes somos
‘Babygirl’ consigue que nos preguntemos por qué se vuelve tan difícil ser uno mismo.

Utilizar el sexo para vender una historia es un recurso comprobadísimo en el cine y la literatura. Se sabe que, sea o no una obra exhibicionista, generará morbo en la audiencia y andará de boca en boca, a través de comentarios que, sin importar si la elogian o la desdeñan, provocarán curiosidad. El mejor ejemplo por su popularidad fue aquella trilogía de ‘Fifty Shades of Grey’ (2015-2018) que, a pesar de su muy pobre hechura, logró números considerables de vistas y hasta un significativo grupo de fans. Por mencionar cintas mejor realizadas, han traspasado épocas las ya prácticamente clásicas ‘Indecent Proposal’ (1993) y ‘Basic Instinct’ (1992).
Hoy encontramos en cartelera una película que en su superficie parece caer en esos cánones, pero que es suficientemente inteligente para emplearlos en favor de algo más profundo. ‘Babygirl’ nos cuenta la historia de Romy (Nicole Kidman), la exitosa CEO de una empresa tecnológica que además es madre de dos adolescentes y esposa de Jacob (Antonio Banderas), quien labora como director teatral. La vida de nuestra protagonista da un vuelco cuando llega el joven Samuel (Harris Dickinson) como pasante a su compañía, quien hará develar gradualmente a Romy ciertos intereses y deseos que no se había atrevido a experimentar.
Hemos visto recientemente sinopsis similares a ésta, en la que las relaciones entre muchachos y mujeres maduras dan pie a romance y fantasías. Si bien esta es la presentación sobre la que trabaja ‘Babygirl’, observamos como, al tiempo que avanza la trama, las capas de su desarrollo van mostrando que el personaje principal no es sólo una fémina con necesidades no satisfechas, es asimismo un retrato de lo que significa para las de su género los temas más acuciantes dentro de la sociedad que la juzga: la edad, las convenciones morales, las expectativas, todo va formando a una persona que se siente abrumada por la urgencia de perfección.
Así, el tercer largometraje de Halina Reijn va transmutando en la exploración no únicamente de la culpabilidad por probables daños a su familia, también la imposibilidad de pedir lo que se ansía, el miedo al inminente envejecimiento y lo que eso equivale en vigencia, y la vergüenza de sentirse anormal, fuera de los preceptos establecidos.
Para plasmar estas distintas aristas con buen gusto y sin caer en clichés, la cineasta ocupa la cinematografía de Jasper Wolf para obtener iluminaciones cálidas que reflejan intimidad, y colores suaves con los que se pueden comprender las intenciones. Del otro lado tenemos el score compuesto por Cristobal Tapia de Veer, que rezuma intensidad en momentos definidos, ayudando a acrecentar la tensión hacia lo que puede considerarse thriller.
Sin embargo, el mayor acierto de ‘Babygirl’ radica en la actuación de Nicole Kidman, que durante el filme atraviesa varios close ups que nos permiten ver sus múltiples emociones y sensaciones. Absteniéndose de melodramatizar su papel, se inclina por fortalecerlo en la mayoría de sus escenas grupales, para luego dejar fluir su vulnerabilidad a puertas cerradas en situaciones amorosas, de conflicto o de pena.
Estrenada en el Festival Internacional de Cine de Venecia 2024, donde Kidman se hizo acreedora a la Volpi Cup, ‘Babygirl’ consigue que nos preguntemos por qué se vuelve tan difícil ser uno mismo, y hasta dónde estamos dispuestos a portar máscaras y ocultar los lados negativos, con la única meta de evitar críticas y poder encajar. Elige disminuir lo burdo y el fetichismo para elevar su capacidad de crear una conversación en torno a verdades inherentes al ser humano: ¿Y si nos aceptáramos tal cual somos, incluyendo nuestras fallas y oscuridades?
