Reseñas
Reseña de ‘Beau tiene miedo’ de Ari Aster
Joaquin Phoenix protagoniza ‘Beau tiene miedo’, la nueva película de Ari Aster.
Un autor es, por la propia definición de la palabra, una persona que concibe, que ha producido alguna obra científica, literaria o artística. Por lo tanto, la elaboración en cuestión depende sólo de él, de sus creencias e intereses. Así, el cine de autor se convierte en una hechura con sello original, el cual proviene única y exclusivamente del alma creativa.
En años recientes hemos visto al director neoyorkino Ari Aster crecer dentro del subgénero conocido como “Terror elevado”. ‘The Strange Thing About the Johnsons’ (2011) hizo su aparición para demostrar los niveles de incomodidad y desconcierto que sus producciones pueden alcanzar, y eventualmente le siguieron ‘Hereditary’ (2018) y ‘Midsommar’ (2019), fincándolo como una de las voces que consigue, entre el horror y el desagrado, conquistar a las audiencias que buscan una propuesta distinta.
Hoy Aster vuelve a las pantallas con su tercer largometraje, titulado ‘Beau Tiene Miedo’, nacido de un corto suyo del 2011 que fue desarrollando por varios años. El protagonista es Beau Wassermann (Joaquin Phoenix, Armen Nahapetian), un hombre solitario que está por viajar para visitar a su madre (Patti LuPone, Zoe Lister-Jones) en el aniversario luctuoso de su papá. A partir de un inconveniente que le impide hacerlo, Beau se embarcará en el trayecto que lo lleve hasta allá, la cual incluye la caída de un candelabro, interlocutores peligrosos, la acomodada pareja de un suburbio, un grupo teatral inmerso en el bosque, y diferentes peculiaridades más.
Al leer la sinopsis de ‘Beau tiene miedo’ podemos vislumbrar que Ari Aster ha dejado de lado ciertas marcas a las que nos estaba acostumbrando, como los cultos o las tradiciones. Sin embargo, sería una mentira decir que por ello se ha desentendido del género en el que comenzó. Beau es la encarnación de los temores que construyen al ser humano en su cotidianeidad, y que fueron fundados desde una de las bases del cine del realizador: la familia.
Los ecos que deja en nuestro personaje principal la relación madre e hijo pueden deducirse a la perfección gracias a su perenne ambivalencia, su ansiedad, la culpa y la duda, casi como si estuviera siendo constantemente juzgado con lupa, cargando el pánico de cometer la más mínima equivocación. Entre asesinos que apuñalan, arañas venenosas, accidentes de tráfico y encuentros sexuales fallidos, la tensión de ‘Beau Tiene Miedo’ es casi palpable, y totalmente transmisible al público.
Para lograr concentrar adecuadamente en ‘Beau Tiene Miedo’ el compendio de sinsentidos, hubieras, onirismos y fobias, Ari Aster se permite establecerse dentro de lo surreal, pero no olvida el suelo encargado de sostenerlo. Dentro de los vistazos de veracidad hay movimientos, señales y afiches que no están colocados por casualidad, ya que se entienden como guiños del director que otorgan en su mayoría una tesitura cómica, además de una suerte de hilo conductor.
Cuando damos un paso más allá y nos absorbe el imaginario (o alucinación, como usted elija verlo), la cinematografía de su mano derecha Pawel Pogorzelski se convierte en elemento primordial, ya que cautiva el ojo para mantenernos enfocados, aun si lo que está siendo relatado no es lineal. De la misma manera, se aprecia la destacada colaboración de los chilenos Joaquín Cociña y Cristóbal León, quienes llevan a cabo la animación de una vida no vivida, en la nostalgia por lo invisible y lo que no pudo ser. Y, aunque pareciera una obviedad mencionarlo, Joaquín Phoenix entrega una vez más una actuación impecable, con todos los matices y variaciones que requiere una odisea como ésta.
Vale la pena disfrutar a ‘Beau Tiene Miedo’ como una especie de viaje del héroe, en una travesía compuesta por piezas que no buscan encajar. La cinta no desea conformar un paisaje completo, probablemente ni siquiera busque cohesión o significado concreto. Aster utiliza su ingenio para apelar a las sensaciones y revelaciones que pueda provocar su historia en cada espectador, regalando así la posibilidad de experimentar algo individual que hay que apreciar como tal, sin intentar darle demasiadas vueltas o criticar con base en nuestras preferencias. Que el autor ceda su obra al mundo, y que cada quien tome de ella lo que lo alimente.