Reseñas
FRANKENSTEIN: El corazón en el lado correcto
‘Frankenstein’ es más que un largometraje de terror, un cuento en el que caben la ambición, la pena y la ira.

Fue por el año 2007 que el cineasta mexicano Guillermo del Toro expresó que “mataría” por llevar a cabo el proyecto de sus sueños: adaptar la novela de su monstruo predilecto a la pantalla grande. Sin embargo, a pesar de tener un bagaje capaz de respaldarle (con cintas como ‘Cronos’, ‘El Espinazo del Diablo’ y ‘Blade II’), dicho anhelo sonaba lejano, y así lo fue: Mientras su creación se negociaba y postergaba, el jalisciense nos brindó obras inolvidables como ‘Crimson Peak’, ‘Nightmare Alley’ o ‘The Shape of Water’, la cual le diera el Oscar a Mejor Director.
Este año por fin podemos disfrutar de aquel deseo, que por fin se hizo realidad. ‘Frankenstein’ tiene como protagonista a Víctor (Oscar Isaac), un científico que, tras el fallecimiento de su ser más querido, se ha propuesto vencer a la muerte, erigiendo un nuevo ser a través de retazos de cuerpos. Esta obsesión le traerá importantes consecuencias cuando el mencionado espécimen (Jacob Elordi) decide apropiarse de su existencia, dándole otras dimensiones a su nueva vida.
‘Frankenstein’ es el resultado de muchos esfuerzos, que dieron frutos hasta que la plataforma Netflix decidió asociarse con el realizador para desarrollar un compendio de películas, que comenzó con la elaboración de ‘Pinocchio’. En esta ocasión, con un presupuesto de 120 millones de dólares, Del Toro nos transporta a la época de la guerra de Crimea, donde a Víctor Frankenstein le era sencillo conseguir cadáveres para su descomunal plan.

Observamos debido a esto escenarios que se ambientan acorde a los tiempos, con una atención al detalle digna de su fanatismo por lo gótico y barroco. El diseño de producción de Tamara Deverell no deja nada a la deriva y entrega una desvencijada edificación que hace las veces de laboratorio, una casa en el campo que se vuelve refugio y un castillo que deslumbra por su elegancia, en los que además descubrimos adornos y componentes igualmente minuciosos.
Pero esta no es la única cualidad de ‘Frankenstein’, ya que se encuentra bellamente armada por todos los flancos. Si bien los vestuarios de cada personaje están adecuadamente pensados y personalizados tanto como los peinados, es imposible no resaltar lo hecho con el maquillaje y prostéticos de la creatura: Se requirieron más de diez horas para aplicar esto a Jacob Elordi, y otorgarle el peculiar aspecto descuidado y podrido, aunque no por ello menos majestuoso.
Este fino trabajo se complementa con una digna actuación del australiano, quien acertó en tomar clases de danza butoh japonesa y canto mongol con el fin de darle a su rol veracidad y complejidad, mostrando furia cuando se necesita, así como compasión y cariño. Acompañándole como una suerte de progenitor, Oscar Issac brilla como un hombre herido y ególatra, que se aprecia como un genio que posee la sagacidad suficiente para convertirse en dios. No es menor la aparición de la siempre estupenda Mia Goth, quien representa el espectro más misericordioso, que gracias a su inteligencia elige comprender antes de rechazar.
Filmada en Toronto (con algunas tomas en Edimburgo y Lincolnshire) y estrenada en el Festival de Cine de Venecia, ‘Frankenstein’ es, más que un largometraje de terror, un cuento en el que caben la ambición, la pena y la ira, pero se desdibujan conforme la humanidad y el amor van invadiendo espacios, decididos y magnánimos. El tapatío se permite utilizar la cursilería en su forma más honesta y refinada, donde los espíritus que permanecen bondadosos son los verdaderos arquitectos, los que suavizan los afilados bordes que amenazan con dañarnos. La creatura sabe que en ello radica lo más vital: colocar el corazón en el lado correcto.






