Reseñas
En Un Mundo Libre… de Ken Loach
Conforme avanzo, retrocedo y revisito el cine del director inglés Ken Loach, comprendo que lo que sus películas me provocan va más allá de la conciencia social: Su cine me da miedo. Causa miedo pensar que parece no haber país en el que los trabajadores y proletarios puedan sentir que tienen un empleo justo y pagado de acuerdo a su bienestar y el de su familia, y provoca pesar sentirnos atrapados en un sistema que se come al que quiera hacerle frente. Filmando en su propio país, que a los ojos del resto del mundo es considerado uno de los que posee mayor calidad de vida, Ken Loach nos demuestra que más vale irnos desesperanzando.
‘En Un Mundo Libre…’ (It’s a free world…) es la cinta que el realizador estrenó en el 2007, y que ahora ya puede encontrarse en el catálogo de la plataforma Mubi. Tiene como protagonista a Angie (Kierston Wareing), una mujer que pierde su puesto en una empresa de colocación de empleados por no querer aguantar el acoso que recibía por parte de sus jefes. Harta de estar subyugada por comportamientos machistas, decide crear su empresa de reclutamiento al lado de su amiga Rose (Juliet Ellis). Lo que comienza siendo un esfuerzo y sacrificio de dos mujeres emprendedoras, se ve obstaculizado por la burocracia, la intimidación, las traiciones y las deudas, lo que eventualmente llevará a Angie no sólo a poner en riesgo la relación con su hijo (Joe Siffleet), también a reconsiderar hasta dónde su trabajo y el deseo de ayudar a otros puede condicionar su propio bienestar o hacerla cambiar de opinión.
Una vez más, Ken Loach hace mancuerna con su guionista de cabecera, el ya reconocido Paul Laverty, y juntos construyen un largometraje que se enfoca en mostrar las complicaciones que se le presentan a una mujer valiente y arrojada, pero además ponen en primer plano el sufrimiento de los inmigrantes que se encuentran ávidos de oportunidades y cansados de ser relegados y agredidos. Kirston Wearing hace un papel magnífico, dándole vida a una madre soltera que no tiene miedo a invertir su escaso tiempo y sus pocos recursos en formar una empresa que cumpla cabalmente en conseguir buenos empleos, pero que se ve cuestionada, frenada y juzgada por sus seres queridos, quienes le recomiendan bajar sus expectativas y adecuarse a laborar en algo más simple. Viéndose atrapada y considerando la posibilidad de crecer, acepta inmiscuirse en la contratación de refugiados sin papeles, y lo que en un inicio era buena voluntad por ayudar a familias desesperadas, gradualmente se tuerce hacia los lados oscuros que traen de la mano avaricia y venganza. En el otro extremo, las historias de los inmigrantes y sus hijos son descorazonadoras y asfixiantes: Gente que, a pesar de tener estudios y negocios propios, no tuvo otra opción que huir de sus gobiernos tiranos, orillándose a aceptar cualquier trabajo, por mal pagado que sea, moviéndose únicamente por su acuciante necesidad.
Para contar estas historias, Loach utiliza locaciones comunes (con la acertada cinematografía de Nigel Willoughby), de esos que no sólo son británicos. Las oficinas, las calles, las fábricas y los vehículos, todo lo que enseña parece ser tan común y gris como lo que observamos en cualquier ciudad, escenarios que nos pasan desapercibidos en el día a día porque nos hemos acostumbrado a que la injusticia sea una constante y a que las cabezas deben permanecer agachadas ante lo que los jefes decidan. Como es su costumbre, el director se centra en denunciar lo que está mal de un sistema capitalista, voraz y desalmado, que está dispuesto a comerse a cualquier subordinado que quiera levantar la voz; pero, además, pone un par de preguntas en la mesa para que el público la responda con silenciosa honestidad: Cuando nos volvemos líderes, ¿a costa de qué lo hacemos, y cuál es nuestro propósito?
El cine de Ken Loach da miedo porque la realidad da miedo. Estamos a un paso de perder los escrúpulos, de utilizar a la gente, de vernos ahogados en deudas o de abandonar las esperanzas de un futuro asegurado. ‘En Un Mundo Libre…’ nos recuerda que, en efecto, es un mundo libre y todos somos ciudadanos del mismo; sin embargo, de prácticamente nada sirve esta frase cuando la verdad es que, en cualquier momento, quien nos ofrece su mano también puede pisar la nuestra.