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Reseñas

Demonlover: una dura bofetada sobre la percepción de la violencia

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Demonlover 2002 chloe Sevigny

“Demonlover”, dirigida por el francés Olivier Assayas (“Clouds of Sils Maria”, “Personal Shopper”), es una brutal cinta perteneciente al movimiento New French Extremity (Nueva Extremidad Francesa) que fue estrenada durante el Festival de Cannes en 2002. Formará parte del catálogo de películas de MUBI Latinoamérica a partir del 17 de mayo.

“Localizan cuerpo sin vida de una persona y en avanzado estado de descomposición en…”

“Sufre atentado el candidato del (inserte partido político) a la alcaldía de…”

“Asesinan a mujer en…”

“Un bebé de seis meses fue declarado sin vida en la Cruz Roja; presentaba múltiples lesiones”.

“Hallan carbonizado a joven en condición de calle”.

Tan solo un par de década atrás, cada uno de estos escabrosos titulares reales hubiesen provocado una inevitable sensación de escalofríos, incomodidad y disgusto al lector por la crudeza de las agresiones descritas con frialdad informativa. No obstante, hoy en día, actos como estos son tan comunes que simplemente ya no llaman nuestra atención. Si el acontecimiento despierta el morbo suficiente, es probable que su relato nos indigne o provoque nuestra lástima momentánea. Quizás se convierta en el tema de conversación durante una comida familiar o el momento sombrío al chismear en la oficina. Pero una vez que esta pequeña molestia desaparece, no volvemos a pensar en ese suceso. Después de todo, es uno de los tantos actos violentos que ocurren cotidianamente en nuestro país, un crimen más que suma a una estadística que realmente ya no alarma a nadie.

Demonlover 2002 mubi

La violencia, en cualquiera de sus múltiples manifestaciones, se ha convertido en un elemento tan normal en nuestras vidas que tampoco hemos percibido como cada vez las ficciones se vuelven más explícitas en la descripción de sus momentos más perturbadores, haciéndonos cada vez más insensibles a lo grotesco y brutal. Incluso, particularmente a ver películas de acción, ya no actuamos sorprendidos en lo absoluto cuando deseamos en voz alta que alguno de los personajes muera de una manera lenta y sumamente sangrienta. Llegamos a anhelarlo tanto que nos sentimos completamente satisfechos al verlo dentro de la historia. Como espectadores, aceptamos gustosos esta retorcida sensación de justicia porque no paramos de repetirnos que no es más que ficción. Nos convencemos de que las atrocidades que vemos son solamente producto de la retorcida imaginación de un autor en particular. Algunos llegan a reír ante lo macabro de esa mente. Creemos inocentemente, que a pesar de que los titulares noticiosos nos indiquen lo contrario, esos eventos nunca ocurrirían en la realidad.

Un verdadero consuelo de tontos.

La mayor parte de las sociedades contemporáneas se encuentran tan desensibilizadas ante los actos violentos que la línea entre la realidad y la ficción es cada vez más difusa. Sin importar que se trate de una noticia en un portal informativo o la trama de un nuevo contenido mediático, reaccionamos a la violencia con la misma apatía. Ya no distinguimos entre personas reales y personajes de ficción puesto que, con los pocos detalles compartidos en la nota informativa, tendemos a crear justificaciones para que las víctimas hayan sufrido ese ataque: “Seguramente estaba involucrado con el narco”, “Era un corrupto”, “Hizo enojar al marido”, “Pobre bebé, ¿dónde estaba la mamá?”, “¿Por qué no buscó un albergue?” son algunos de los tristes comentarios que suele surgir en las conversaciones derivadas de los titulares anteriores. Para seguir consumiendo toda esta violencia sin sentir culpabilidad, razonamos – algunos más inconscientemente que otros – que todas estas personas realizaron algo por lo que merecen este castigo, por lo que poco nos importa conocer la historia de la persona.

Demonlover 2002 Gina Gershon

Construida sobre esta premisa de desensibilización y falta de empatía hacia el desconocido, el impacto de la poderosa crítica social en Demonlover (Olivier Assayas, 2002) podría pasar desapercibido al esconderse bajo una historia de espionaje corporativo poco estimulante e incluso poco gráfica ante los estándares de violencia ficticia de una audiencia contemporánea que se ha regocijado ante los explícitos desmembramientos de la saga de Saw. No obstante, la película no es una que atormenta al momento de verla, sino días después de hacerlo al pensar en cada una de las consecuencias de los acontecimientos narrados y cómo nuestra percepción de la película es afectada por esta absoluta normalización de la violencia.

Pero ¿qué es Demonlover? Demonlover es el nombre de una compañía estadounidense que ofrece contenido pornográfico animado japonés – mejor conocido como hentai – en su sitio web. Bajo la promesa de anonimato, sus visitantes obtienen acceso a su peculiar catálogo a través de cargos a una tarjeta de crédito. Debido a que es particularmente atractiva para un nicho de mercado con alta fidelidad, la empresa genera cuantiosos rendimientos y ha crecido hasta establecerse en una de las principales proveedoras de hentai en Estados Unidos. Sin embargo, durante los últimos años, ha enfrentado una competencia directa por parte de Mangatronics, ya que su contenido y modelo de negocios es bastante similar. Buscando un diferenciador completamente novedoso, la organización envía a Elaine Si Gibril (Gina Gershon) a negociar la adquisición de los derechos de distribución de las animaciones pornográficas realizadas por un estudio japonés que está comenzando a experimentar con técnicas 3D e historias interactivas. Dicho estudio, recientemente fue vendido a Volff Corporation, una compañía francesa legalmente representada por Diane de Monx (Connie Nielsen), una mujer sumamente misteriosa, ambiciosa, calculadora y extremadamente inteligente cuya meta pareciera ser dificultar más de lo normal lo que podría ser una transacción sencilla.

Los juegos mentales entre los diferentes personajes de Demonlover comienzan desde los primeros minutos de la película, en dónde vemos como Diane añade potentes somníferos a la botella de agua que ofrece a su entonces jefa, Karen (Dominique Reymond), durante un vuelo Tokio – Paris. Una vez en Francia, Karen se desvanece en el aeropuerto y sufre un atentado que impide que llegue a tiempo a las oficinas de Volff Corporation, permitiendo así a Diane obtener el control de las negociaciones con Demonlover desde ese momento. Sin embargo, el atentado contra la integridad física de Diane resulta un hecho completamente leve ante el continuo escalamiento de agresiones en la cinta, un incremento en niveles de brutalidad que espera sofocar al espectador al convertirlo en testigo de tortura, violencia sexual y varios asesinatos.

Todos estos sucesos buscan provocar una reacción visceral en el espectador, lograr que aparte su vista de la pantalla, que sienta una preocupación genuina por cada uno de los personajes involucrados en este peligroso juego del ratón en el que difícilmente se pueden distinguir las presas de los depredadores. No obstante, el guion de la película – escrito por su mismo director – no permite que la audiencia conecte emocionalmente con los personajes. Solamente son presentados de manera superficial y pese a que algunos diálogos revelan algunos detalles de sus vidas personales, la única manera de juzgarlos es a través de sus acciones durante las negociaciones con Demonlover. Esta barrera emocional entre la realidad y la ficción, esa idea tan mezquina de que los personajes solamente importan cuando los vemos en sus facetas más vulnerables, es lo que impide que el espectador promedio de la película la pase de largo ya que algunas secuencias se sienten monótonas, pese a la fotografía artística de Denis Lenoir y la banda sonora de Sonic Youth. Sin embargo, es precisamente esto lo que cuestiona la cinta: ¿nuestra empatía está solamente reservada para aquellos que conocemos? ¿Es por eso que no es tan indiferente el sufrimiento de otros?

Demonlover 2002 9

Una gran parte del peso emocional que puede llegar a tener Demonlover en la audiencia se encuentra en las brillantes actuaciones de Connie Nielsen como Diane, así como de Chloë Sevigny como Elise Lipsky, una joven asistente legal que no soporta la presencia de Diane en la oficina. Ambas logran transmitir cada uno de los estados mentales por los que pasan sus personajes: desde el aborrecimiento mutuo hacia ese compañero de trabajo que deseas que renuncie al día siguiente y esa arrogancia característica de quienes piensan dominar al resto hasta ese sufrimiento perpetuo por cada una de las situaciones que atraviesan. Curiosamente, el hecho de que ninguna de las dos actrices sea francesa provoca que sus diálogos se balanceen constantemente entre el inglés y el francés. Desafortunadamente, no se puede decir del resto del elenco. Garshon resulta extremadamente caricaturesca como la representante de Demonlover mientras que los otros actores se caracterizan por lo gris de sus interpretaciones, tan olvidables como el nombre de sus personajes.

Demonlover no es una película sencilla de ver. Ni siquiera es una cinta pensada para conectar instantáneamente con el espectador. En realidad, es uno de esos largometrajes realizados con el propósito de analizarse a profundidad y hacer que la audiencia se cuestione sobre su propia perspectiva de la realidad. Es sumamente sencillo juzgar al filme bajo los estándares de desensibilización actuales, llamarle aburrida y mucho menos explícita de lo que promete no son comentarios atípicos. Sin embargo, la verdadera efectividad de la crítica de Demonlover viene cuando piensas en todo ese contexto que nos rodea: ¿Por qué somos tan indiferentes ante el sufrimiento de otros? ¿Acaso la violencia ya se ha convertido en otra forma de entretenimiento? ¿Qué límites somos capaces de rebasar solo para satisfacer ese deseo por ver el dolor de otros? Son precisamente todos estos cuestionamientos los que elevan a la cinta a una experiencia cinematográfica memorable.

Resena Demonlover 2020

Avance de Demonlover

Tan solo he pasado 25 años perfeccionando el arte de ser un remedo de escritora. Perdidamente enamorada del cine y la televisión, si no tengo un lápiz en la mano seguramente estoy twitteando opiniones poco populares.




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