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Dia de Muertos: Patrimonio de la Humanidad

En ceremonia llevada a cabo en París, Francia el 7 de noviembre de 2003 la Unesco distinguió a la festividad indígena de Día de Muertos como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. La distinción por considerar la Unesco que esta festividad es:
“…una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo, y como una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor fuerza entre los grupos indígenas del país.”
Además en el documento de declaratoria se destaca:
“Ese encuentro anual entre las personas que la celebran y sus antepasados, desempeña una función social que recuerda el lugar del individuo en el seno del grupo y contribuye a la afirmación de la identidad…”
además de:
“…aunque la tradición no está formalmente amenazada, su dimensión estética y cultural debe preservarse del creciente número de expresiones no indígenas y de carácter comercial que tienden afectar su contenido inmaterial.”
Origen de “El Dia de Muertos”
El origen del ahora llamado día de muertos es incierto, se remonta según algunos estudiosos hasta el año 800 a.c. en el llamado Festival de muertos, celebrado entre los aztecas durante los meses de julio y agosto, como una fiesta para celebrar el final de la cosecha de maíz, frijol, garbanzo y calabaza, que formaban parte de la ofrenda a la diosa Mictecacihuatl. Esta Diosa, reina de Chinahmictlan era la guardiana del noveno nivel del infierno, llamado Mictlan.
De acuerdo con las antiguas tradiciones, dependiendo de la forma de morir, el espíritu de la persona accedía a determinado lugar del inframundo o cielo:
- Tonatiuhichan (la casa del Sol): lugar donde los guerreros muertos en batalla y los que perecían en la piedra de los sacrificios llegaban; se les llamaba cuauhteca (gente del águila), y se convertían por cuatro años en compañeros del Sol desde el amanecer hasta el cenit, periodo después del cual volvían a la tierra transformados en colibries.
- Cihuatlampa: lugar al que llegaban las mujeres que morían durante el parto, y se las denominaba cihuateteo. Las mujeres fallecidas durante el parto tenían el mismo nivel de importancia que los guerreros muertos en batalla, y por eso ellas se volvían compañeras del Sol desde el cenit hasta el crepúsculo, obtenían una vida inmortal y en algunos días funestos descendían a la tierra.
- Tlalocán: Aquellos que morían por alguna causa relacionada con el agua (ahogados, fiebre, rayos, etc.) iban al Tlalocan, el paraíso de Tláloc, y se hacían de una vida inmortal plena de placeres y abundancia.
- Los niños pequeños tenían como destino el Xo-chatlapan o Tamoanchan, donde eran alimentados por un árbol nodriza que daba leche, el Chichihuacuauhco.
- Los que tenían una muerte natural iban al Mictlán, en donde viajaban por cuatro años para finalmente extinguirse.
En las funestas ideas de la vida y la muerte los aztecas ofrendaban a sus difuntos frutas, legumbres, ropa y mantas para ayudar al difunto en su camino al otro mundo. Las ofrendas se realizaban periódicamente a los 20, 40, 60 y 80 días después del deceso; y luego cada año en las fechas previstas por el calendario para esas festividades durante 4 años, el tiempo en que el difunto permanecía en el Mictlán.
Dentro del calendario azteca, hay constancia de al menos cinco fiestas en las que la sociedad llevaba a cabo rituales y ofrendas a los muertos, sin embargo las que destacan son dos:
- Tlaxochimaco o Mihcailhuitontli (entre el 12 y 31 de julio): fiesta dedicada a Hutzilopochtli y a los muertitos. Se hacían ofrendas de maíz, calabaza, frijol y otras legumbres y resalta por los tristes cantos dedicados a los muertos.
- Xócotl Huetzi o Hueymihcáilhuitl (entre el 1 y el 13 de agosto): dedicado a Xiuhtecuhtli, era la fiesta de los adultos muertos. Se llevaban a cabo ceremonias dentro y fuera de los templos en una atmosfera de tristeza y con los rostros pintados de negro.
Esta costumbre, que también se celebra en ciertos lugares de Estados Unidos, donde la población mexicana es dominante y algunos países de América Central, tiene orígenes incluso más antiguos que la llegada de los españoles.
Se tiene registro de rituales y celebraciones de este tipo en etnias como la mexica, maya y purépecha, desde hace más de tres mil años.
Con la llegada de los españoles y la evangelización, paulatinamente el culto a la muerte fue casi totalmente erradicado, no obstante, el culto a los muertos se fusionó con el modo católico de honrar a los difuntos y con La Noche de Todos los Santos (31 de octubre) y la fecha del 1 y 2 de noviembre vino a “sustituir” a la fiesta del Mihcailhuitontli y el Hueymihcáilhuitl, y lo pongo entre comillas ya que realmente se conservo el significado original de ambas; ya que según la tradición el 1 de noviembre llegan las almas de los infantes, los muertitos y el 2 de noviembre los difuntos adultos.
Las costumbres de los españoles de honrar a sus difuntos se mezclaron con las costumbres nativas, dando lugar a las ofrendas que eran llevadas a las tumbas de los fallecidos y con el paso de los años la fiesta del Día de Muertos se convirtió a lo que conocemos hoy en día. Una celebración en la que se tiene la creencia de que se les permite regresar al mundo de los vivos a las espíritus de los difuntos para poder reunirse con sus familas.
En algunas regiones se cree que el 28 de octubre bajan los muertos por accidente y el 30 aquellos que están el limbo por no haber sido bautizados; sin embargo estas creencias no son generalizadas.
En la actualidad, el día de muertos se celebra principalmente poniendo altares en las casas para los seres queridos de la familia- parientes, amigos, personajes públicos- pero también se tienen otras tradiciones que con el tiempo se fueron incorporando a esta festividad. Algunas familias visitan el cementerio y comen sobre la tumba, acompañados por el alma de su difunto, les llevan flores y limpian la tumba, los que pueden, acompañan la comida con un conjunto norteño o mariachi.
También es popular el uso de “calaveritas”, versos dedicados a personas públicas o personajes del imaginario popular, en tono de satira o burla.
Surgidos a finales del siglo diecinueve, las “calaveritas” son una muestra de ingenio que consiste en fingir que alguien está ya muerto, y según sus características o manera de vivir, burlarse de como murió: si alguien es muy coqueta se puede decir que la muerte se la llevó para besarla, o si es muy mentiroso, que la muerte lo descubrió.
“Para el habitante de Nueva York, Paris o Londres, la muerte es palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente. Cierto, en su actitud hay quizá tanto miedo como en la de los otros; mas al menos no se esconde ni la esconde; la contempla cara a cara con paciencia, desdén o ironía”.
Octavio Paz
Hasta los Huesos
Director: Rene Castillo
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